La Administración
envejece de golpe. Este es el titular que hace unos días aparecía en la prensa,
para dejar constancia que también en las Administraciones Locales los empleados
mayores de 50 años han pasado de ser el 25% a ser el 40%. Las restricciones a
la contratación en la normativa de los últimos años ha acelerado el proceso de
incremento de edad en las Administraciones Públicas, y las Entidades Locales no
se escapan de ello.
Dando por sentado que
la edad es un dato objetivo, que nada tiene que ver con estar más o menos
motivado, más o menos actualizado en todo lo relativo a las funciones propias
de cada puesto, un nivel de edad alto de la plantilla en su conjunto tiene
tanto ventajas como inconvenientes. Cabe destacar que es favorable en el
sentido de la acumulación de conocimiento y experiencia, lo que es positivo para
la buena prestación de los Servicios Públicos. Sin embargo hay un elemento
innegable que afecta de manera importante en tiempos en los que se regulan
aspectos normativos que deben provocar grandes avances dentro de la
Administración Pública: la menor permeabilidad a los cambios en general y los
tecnológicos en particular.
Los cambios que se
están produciendo en la Administración Pública, y que sin duda han empezado
para no terminar de forma inmediata, tienen mucho que ver con las nuevas
tecnologías, unas nuevas formas de relación entre ciudadanía y Administración,
todo ello basado en nuevos programas informáticos y nuevas aplicaciones. Todo ello
debe ser ejecutado por los funcionarios
y el personal laboral de la Administración, que precisan una capacidad de
adaptación en un tiempo breve y sin que el trabajo diario quede paralizado. Los
procedimientos se deben tramitar para que los servicios públicos continúen
siendo de la máxima calidad.
Esta situación,
contando con la disparidad de Entidades Locales, cada una con una idiosincrasia
propia y con recursos diferenciados, supone un reto para el cual son necesarios
recursos formativos que facilitan incrementar la confianza en aquello que por
el momento es una novedad. Las acciones formativas efectivas, tanto a los
funcionarios como al personal laboral, sobre los nuevos programas informáticos
imprescindibles para la aplicación de la normativa son necesarias para
minimizar este posible efecto adverso al incremento de edad de las plantillas.
Cuando la restricción
a la contratación sea menor, probablemente
puedan acceder a la Función Pública personas que ya estén instruidas en las
nuevas tecnologías. Por el momento todo depende de las personas que integran la
Administración Pública en la actualidad.
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